Christ the King of the Universe.

To celebrate Jesus as King of the universe is to affirm the fullness of his glory, as the definitive fulfillment of creation and humanity.  His person, his life, and his obedience to the Father gave him the authority to place himself above the powers and princes of this world and transcend beyond time. Jesus Christ as Lord of history, "he who is who was and who is coming" (Rev 1:8). He is strength and liberation as a close and active presence for all who trust in Him.

To celebrate the kingship of Christ is to be aware of his role in my life and the lives of others, it is to assume the commitment for the cause of goodness, justice and love in the world, it is to recognize God's love for humanity in becoming man, it is to identify him in the face of those most in need.

But, also, it is to be aware that there is still a great distance between our world and the kingdom established by Jesus. "My kingdom is not of this world," Jesus once said to Pilate. There could be no compatibility between the kingdom inaugurated by Him and the kingdom of injustice in which He lived, any more than there can be compatibility in which we live. A world where life is threatened and has no guarantee, where we witness passively the genocide of peoples by imposed wars or avoidable hungers, where people kill for little and for less to reach suicide, A world where those who have less or are sickest are despised.

Jesus cannot reign in a world where parents decide on the life of the unborn child and where children corner their elderly parents, where lack of solidarity and selfishness abound, where the environment is degraded and a few exploit the resources that belong to us all.  A world of greater amusements and fewer responsibilities, where love is sold and it becomes difficult to find people who truly love each other.

As we celebrate the King of kings, Jesus invites us to share his reign, but only those who are prepared for it should do so. Only those who share his life, his project and his fate. Those who are able to live fully the paradox of the Beatitudes.

For Him, giving one's life through unconditional love is the Christian way to reign. His kingdom will re-emerge wherever someone risks challenging the inconsistencies of the human being and the injustices of the world, where someone dares to give his life without asking for anything in return.

The reign of Christ will be clearly shown on the definitive day on which some will be called to life and others to death. That day will be judgment day. We will be examined for love, love that had to be expressed in the use of our talents, in the quality of our works and especially in fidelity to the strategies of our King. To Him power, wealth, wisdom, strength and honor, glory and praise (Rev 2:12).

Fr. Francisco Hernández, Ed.D.


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Cristo Rey del universo

Celebrar a Jesús como Rey del universo es afirmar la plenitud de su gloria, como definitiva realización de la creación y de la humanidad.  Su persona, su vida y su obediencia al Padre le dieron la autoridad de situarse por encima de los poderes y príncipes de este mundo y trascender más allá del tiempo. Jesucristo como Señor de la historia, “el que es el que era y que viene” (Ap 1, 8). Él es la fuerza y la liberación como presencia cercana y activa para todos los que en Él confían.

Celebrar la realeza de Cristo es hacer conciencia de su rol en mi vida y la vida de los demás, es asumir el compromiso por la causa del bien, la justicia y el amor en el mundo, es reconocer el amor de Dios por la humanidad al hacerse hombre, es identificarle en el rostro de los más necesitados.

Pero, también, es hacer conciencia de que aún hay gran distancia entre nuestro mundo y el reino instaurado por Jesús. “Mi reino no es de este mundo”, dijo en una ocasión Jesús a Pilatos. No podía haber compatibilidad entre el reino inaugurado por Él y el reino de injusticia en el que vivió, como no puede haberla en el que vivimos nosotros. Un mundo donde la vida está amenazada y no tiene garantía, donde asistimos pasivos al genocidio de pueblos por guerras impuestas o por hambres evitables, donde se mata por poco y por menos se llega al suicidio, Un mundo donde se menosprecia al que menos tiene o más enfermo está.

Jesús no puede reinar en un mundo donde los padres deciden sobre la vida del niño por nacer y donde los hijos arrinconan a sus padres ya ancianos, donde abunda la insolidaridad y el egoísmo, donde se degrada el medio ambiente y unos pocos explotan los recursos que nos corresponden a todos. Un mundo de mayores diversiones y menos responsabilidades, donde el amor se vende y se hace difícil encontrar personas que se amen de verdad.

Al celebrar al Rey de reyes, Jesús nos invita a compartir su reinado, pero sólo han de hacerlo aquellos que estén preparados para ello. Sólo esos que compartan su vida, su proyecto y su suerte. Los que sean capaces de vivir a plenitud la paradoja de las bienaventuranzas.

Para Él, entregar la vida a través del amor incondicional es la forma cristiana de reinar. Su reino volverá a surgir allí donde alguien se arriesgue a desafiar las incoherencias del ser humano y las injusticias del mundo, donde alguien se atreva dar su vida sin pedir nada a cambio.

El reinado de Cristo se mostrará claramente el día definitivo en el que unos serán llamados a la vida y otros a la muerte. Ese día será día de juicio. Seremos examinados de amor, amor que hubo de expresarse en el uso de nuestros talentos, en la calidad de nuestras obras y en especial en la fidelidad a las estrategias de nuestro Rey, a Él el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza (Ap 2, 12).

P. Francisco Hernández, Ed.D.